La consulta popular: una mirada desde la experiencia empresarial
Si bien este mecanismo es legítimo y democrático, el debate ha sido capturado por intereses políticos, cuando en realidad debería centrarse en criterios técnicos.
Por Joseph Daccarett
Al momento de escribir este artículo, aun no se ha definido la aprobación o rechazo de la iniciativa por parte del Senado de Colombia, si bien ha ganado terreno la posible aprobación la idea de convocar una consulta popular para modificar el Código Sustantivo del Trabajo en Colombia, es fundamental señalar que, si bien este mecanismo es legítimo y democrático, el debate ha sido capturado por intereses políticos, cuando en realidad debería centrarse en criterios técnicos.
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Desde mi experiencia como empresario que ha vivido distintas etapas del desarrollo económico del país —incluyendo crisis sociales, reformas normativas y transformaciones tecnológicas— considero imprescindible advertir sobre las razones estructurales que hacen inconveniente recurrir a una consulta en un asunto tan complejo y estratégico como lo es el mercado laboral. A continuación, expongo algunas de ellas:
El impacto de la automatización y la inteligencia artificial en el empleo
La transformación digital y el avance de la inteligencia artificial están redefiniendo los procesos productivos. Los sectores económicos ya no requieren la misma cantidad de mano de obra tradicional, sino perfiles adaptativos, con formación técnica y capacidad de interactuar con tecnologías emergentes. Legislar por consulta popular, sin tener en cuenta la aceleración de estas tendencias, podría llevar a normativas anacrónicas que terminen desincentivando la inversión y promoviendo aún más la automatización como alternativa frente al incremento de costos laborales.
El bajo nivel educativo limita la movilidad laboral
Colombia enfrenta una brecha estructural en su capital humano. Según cifras del DANE y la OCDE, una gran parte de la fuerza laboral no ha completado estudios técnicos o profesionales, lo que la hace más vulnerable a la precariedad y al desempleo estructural. Modificar el código laboral sin abordar esta raíz del problema —la falta de cualificación— es legislar sobre los síntomas, no sobre las causas. Cualquier reforma debería partir de un enfoque integral que articule educación, formación para el trabajo y flexibilidad laboral inteligente. Además, Incluir asignaturas como inteligencia artificial desde educación primaria como ya sucede en países como Japón y china.
Una informalidad laboral que no se resuelve por decreto
Más del 50% de los trabajadores en Colombia están por fuera del sistema laboral formal. Esto no se debe únicamente a la falta de regulación, sino a que los costos y rigideces del sistema actual lo hacen inviable para miles de microempresas y trabajadores independientes. Cualquier consulta popular corre el riesgo de ofrecer soluciones populistas que, en lugar de formalizar, terminen expulsando a más empleadores del sistema legal o llevándolos a los empleados a aceptar condiciones por fuera de la legalidad por la misma necesidad de un trabajo, deteriorando el trabajo formal e incrementado el informal de manera exponencial. Lo que se necesita es un entorno que permita transiciones progresivas a la formalidad, con incentivos reales y reglas claras.
El riesgo inflacionario de una reforma laboral mal calibrada
Modificar sustancialmente las condiciones laborales sin una evaluación técnica puede generar presiones inflacionarias. Incrementar artificialmente los costos laborales —como salarios, recargos, cotizaciones o estabilidad absoluta— en un contexto de bajo crecimiento económico y baja productividad, derivaría inevitablemente en el alza de precios de bienes y servicios. Esta espiral de costos afectaría especialmente a los hogares más vulnerables, haciendo del remedio una nueva carga social. Una consulta sin información técnica es una apuesta al vacío
Las reformas laborales exitosas en el mundo han sido producto del diálogo técnico, multisectorial y progresivo. Convocar una consulta popular sobre un tema tan especializado puede reducir el debate a frases emocionales, eslóganes políticos o simplificaciones que no reflejan la complejidad del entorno económico actual. Se corre el riesgo de construir un modelo laboral basado en aspiraciones legítimas, pero desconectadas de la realidad productiva y financiera del país.
Sin productividad no hay comercio sostenible
Los nuevos escenarios de intercambio comercial a nivel mundial nos obligaran a competir en mercados mucho más desarrollados y posiblemente por nuestra baja productividad y altos costos producto de una reforma laboral basada en lo emocional y no en lo técnico nos conduzca a que no podamos competir en estos, como si lo hemos podido hacer con EE. UU. donde la cercanía y las ayudas arancelarias hasta hoy nos permiten ser ineficientes y poder llegar a precios competitivos.
Es aquí cuando podemos concluir que Colombia necesita una reforma laboral, sí. Pero no una que surja del afán político ni de la consulta popular como atajo institucional. Requiere una reforma inteligente, técnica, con visión de largo plazo y construida con todos los actores: empresarios, trabajadores, académicos y gobierno. Apostar por una consulta sería abdicar de la responsabilidad de gobernar con rigor y conocimiento y soportarla en el resentimiento y el revanchismo.